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martes, 9 de agosto de 2016

Regresando de Cádiz: !ahora entiendo a Alberti!




El mar, la mar, el mar, sólo la mar. Sí, con ese olor característico de la Tacita de Plata. ¡Qué hermoso el paseo por la Alameda! Esta ciudad es muy fácil para poder caminar yo sola: sigo el murete del paseo de la Apodaca y..., ¡para adelante, para adelante, para adelante! Igual que si decido andar por la blanda arena que lame el mar, ¡je, je! Digo: por la blanda arena de la playa de la Victoria, dejándome besar los pies por el agua marina rica en salitre y, dependiendo de cómo haya atacado el desagradable levante, hundiendo los talones; o si no disfrutando de la lisa pista, de poder bracear libremente sin tener que ir agarrada a alguien o agempuñando un bastón.


Algún inspirado enunció una gran verdad; Cádiz es la ciudad de los dos mares: la mare que parió al levante y la mare que parió al poniente. Bueno, también están el "vvientorsú" y el viento del norte; y noreste, suroeste, sureste, noroeste, etc. Pero aquí todos entienden de viento, porque saben que el anuncio de levante presagia sequedad, pesadez de piernas, falta de comodidad, ambiente desapacible. El poniente, en cambio, es fresquiyo; incluso frío. Hablo del verano, claro; en invierno con la humedad será helador.


Los primeros tres días los tuvimos de poniente, ¡magníficos! El levante vino el sábado y sólo hoy ha amainado, mas nos ha permitido disfrutar -a su pesar- de los paseos matutinos en la playa, de los baños y de las salidas vespertinas, aunque caminar por la mañana recibiendo a veces los dardos de arena en la cara y combatiendo la fuerza del viento cuando lo llevábamos en contra... ¡Madre mía, qué complicado! En cambio a favor, por lo menos, nos empujaba. Colocar la sombrilla con los vendavales era toda una obra de ingeniería.


¡Qué bien se come en Cádiz! Destaco, por supuesto, el "pescaíto"frito; las "papas aliñás", las tortillitas de camarones... ¡Qué rico el cazón en adobo de la pescadería- freiduría de la plaza de las Flores! Y las huevas fritas, las papas aliñás, los boquerones en vinagre. Un día repetimos el bar Laurel, que había frecuentado en i estancia durante el curso de Monteverdi. Las albóndigas de choco, ¡geniales! Y los helados... La Cremeria Italiana cercana a casa, con una lista de sabores para aburrir, merece amplia reseña. En 2013 también íbamos y cada día contaban con dos sabores nuevos además de los de la carta. ¡Oh! Nociola, banana, ricotta con higo, tarta de san Marcos, tiramissù, amarena, manzana verde, trufa, pistacho, leche merengada, mandarina con chocolate, caramelo, vainilla... Lo mejor es que vayáis y los probéis vosotros mismos, porque la textura, el sabor... ¡Sobresalientes!


Después de comer, cuando mis padres se entregaban al sopor de la siesta (costumbre tan ajena a mí), me dedicaba yo a la lectura: "Robot dreams" de Asimov, "Celia en la revolución" de Elena Fortún, "Breeve historia de la química", también de mi adorado genio... ¡Qué bien escribe Asimov, cómo cuenta las cosas! Salvando las distancias espaciotemporales, podríamos decir que su estilo se parece al de Elena Fortún por esa facilidad para relatar, para comunicar. ¡Curioso lo de la teoría del flojisto! ¿Cómo podían creer en ella hasta Lavoissier? ¡Ay, pobre Lavoissier! Una mente tan privilegiada que tuvo la triste suerte de haber sido recaudador de impuestos en el Ancient Régime; acusado por tanto durante el gobierno del terror de los jacobinos con Robespierre al frente. Guillotinado. Un solo segundo para cercenar una gran cabeza que sólo encontró parangón a finales del siglo XIX, con la aparición de Albert Einstein.



¿Y qué decir de Celia? Quien quiera enterarse de detalles de la sociedad en Madrid, Valencia y Barcelona durante la guerra civil, que acuda a este libro, relatado con la frescura de una adolescente obligada a ser adulta demasiado pronto; arrancada de su comodidad burguesa y arrojada a un mundo cruel que no comprende. ¿Quién tiene razón, los de su padre republicano o los de su primo falangista? No lo sabe, no quiere saber; empero no le resta sino tomar partido. No comprende cómo arrojan bombas y hacen la vida imposible a civiles a quienes la guerra ni les va ni les viene, que sólo aspiran a un poco de paz. Se va quedando absolutamente sola y al final, con la victoria de franco, incluso sus amigos parecen traicionarla: "Ahora eres nuestra enemiga". Celia, la fantasiosa; la imaginativa; la cuentacuentos; la amante de los niños, de los animales; la sensible, bondadosaa, franca, poética Celia... Hm, Encarna Aragoneses (verdadero nombre de Elena Fortún) que igualmente vivió esos horrores, se ocupó de las víctimas infantiles durante el conflicto y hubo de exiliarse, de dejar todo aquello que amaba. Encarna Aragoneses; soñadora y atormentada.


Ahora, a prepararme para Inglaterra: Cambridge, Ludlow y Crownfield. Me hace tantísima ilusión... ¡Vamos a cantar las Vísperas de Monteverdi! ¡Y también podré interpretar algunos ritornelli con la flauta! Además de, obviamente, dar un tremendo empujón a mis conocimientos de inglés.
Por supuesto quiero visitar el King's College, donde mi maravilloso coro, y el Caius College, cuyas paredes acogieron a tantísimas celebridades; tantísimos hombres que han contribuido con su esfuerzo al progreso y al bbienestar de la humanidad. Entre este elenco de genios, cómo no, ¡mi amigo! ¡Sí, Stephen Hawking! En Oxford le preguntó el Tribunal en los exámenes finales cuáles eran sus planes de futuro, a lo que respondió que si le ponían la máxima nota (un 1) se marcharía a Cambridge. Si, en cambio, obtenía un 2, se quedaría en Oxford. Los respetables examinadores hubieron de pensar: "Vamos a darle un 1 y que nos deje en paz". ¡Oh, querido! Terminó el Doctorado a pesar del terrible diagnóstico, o más bien gracias a él: quería concluir sus investigaciones antes de que le sobreviniera la muerte... ¡Y todavía anda por estos mundos! Thank you, thank you, thank you!!!

Y gracias también a vosotros, sufridos y pacientes lectores. Espero que estéis disfrutando de un buen verano.

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