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sábado, 8 de julio de 2017

Curso de música antigua de Galaroza: ¡una vez más!



Canto Jubilent Omnes de Riccio.

De nuevo he tenido la inmensa suerte de participar en el curso de música antigua de Galaroza. Van por la sexta edición (¡idiota de mí, me he perdido cuatro!) y confío en que se siga organizando, porque hasta ahora carece de subenciones y si no ha muerto es por el tesón de la familia Sosa con la logística y por el compromiso y el amor al trabajo de los profesores, que imparten clases de forma totalmente desinteresada.

En Aracena hubo una muestra de música antigua que duró bastantes años;  yo fui en 1995 al concierto de presentación de la Orquesta Barroca de Sevilla: ¡ya ha llovido! Una pena que entonces no se me ocurriera participar: era casi una niña e imaginaba que no tendría el nivel suficiente, aunque la flauta la toco ahora prácticamente igual que entonces; o tal vez peor, pues en aquella época recibía clases de Guillermo Peñalver y Vicente Parrilla. Tenía que haberme lanzado, pero en fin: al tiempo no se le puede dar marcha atrás.

La muestra de Aracena finalizó en 2007 porque, con la crisis, le retiraron todas las subvenciones. Ya se sabe: la cultura es lo primero que cae; y algo tan minoritario como la música antigua no suele ser tenido en consideración por los grupos políticos. Me entristece tanto todo esto... Luego subvencionan espectáculos zafios y contraculturales; en televisión nos bombardean con programas tipo "Sálvame" donde priman la chabacanería, el insulto y la absoluta ineducación; la obscenidad; la ofensa... Si al menos el Ente Público formara a los ciudadanos, si los sistemas de enseñanza reforzaran lo que tienen que reforzar (una sólida base humanística y científica, un correcto sistema de valores y espíritu crítico), ocurriría lo de Alemania: que en la tele enseñen latín o hablen de la antimateria, pongan conciertos, ópera y teatro a horas sensatas y haya lugar para un canal educativo como ARD-Alpha.


Conclusión: ganas me dan de  emigrar a Alemania, o al menos por temporadas; pero mientras tanto, y por suerte, contamos con pequeños oasis como este festival enmarcado en un pueblecito de la sierra de Huelva, surgido de la nada por la iniciativa de José Luis Sosa y cuya labor agradezco desde aquí. José Luis, profesor de contrabajo en Jaén, toca el violone y su primo Carmelo el sacabuche. Antonio, hermano de José Luis, es el alcalde del pueblo y Emi, otra hermana, maestra. Ella implica siempre a los niños en el festival: este año han hecho un teatrito sobre don Quijote y han bailado pavanas y gallardas. No quiero excluir aquí a María Luisa, madre de los Sosa, cuyo buen hacer en la cocina hemos disfrutado todos. Tampoco me salto a Toribio con su hostal, donde muchos integrantes del curso encontraron alojamiento y casi todos hemos desayunado.
 
Con salmorejo casero y jamón de Jabugo en sangre hemos podido afrontar las exigencias de cinco días bastante intensos. Yo, como cantaba y tocaba la flauta, me he visto muy comprometida. En el concierto final intervine en seis piezas. Particularmente difíciles para mí fueron las obras policorales sin partitura. En el "Duo Seraphim" de Guerrero, para tres coros, estaba yo sola en el coro 3; por suerte me doblaban instrumentos, pero memorizar tus entradas en este tipo de polifonía resulta todo un reto. Salí airosa, menos mal; también de la sonata de Schmelzer para siete flautas de pico. Sí: este año había más flautistas, y de calidad; sobre todo Iria, ginebrina de padres gallegos que vino desde Suiza con su profesor. Tiene 17 años y ya es un portento, le aguarda un futuro brillante.
La Cantata de Riccio ("IUBILENT OMNES") sí dio tiempo a ser transcrita en la ONCE. Propongo pues, para cursos sucesivos, que se sepa con bastante antelación qué obras van a ser ejecutadas y en qué coro o parte voy a intervenir, de modo que me puedan transcribir sólo mi voz, lo que aligera las cosas. Me salva mi memoria musical, mi intuición y, claro, el haber escuchado mucha música del periodo.




 
Aparte de las clases específicas, de flauta y canto en mi caso, teníamos ensayo de consort, de tutti y cámara. Hicimos varias partes de L'Orfeo de Monteverdi, yo canté en "Vieni, Imeneo", "Lasciate i monti" y fui solista en el prólogo: ¡la música! Sucedió algo  divertido en uno de los ensayos, cuando el profesor preguntó quién era la música y yo respondí: "La musique c'est moi". Cristina Bayón, mi profesora de canto, insistió en que hiciera teatro; en que marcara cada parte con el afecto propio, lo que estaba diciendo realmente. Por supuesto introduje ornamentación monteverdiana.
Hubo dos breves talleres: uno de glosas y otro de introducción a la modalidad. En el primero se nos pidió que glosáramos sobre un canto llano de Diego Ortiz, ¡y se me dio hasta bien! El profesor, Manuel, me felicitó y luego toqué mi glosa en el concierto junto con otros tres glosadores.
El taller de modalidad fue más duro. Teníamos poco tiempo y claro, explicar en tres cuartos de hora el complejo sistema modal... Obvio, a base de pizarra y con rapidez; no pude asimilar mucho, por lo que al final exclamé: "¡Alamirre!". Quien quiera entender esta expresión, que se aventure en el solmisar: ¡no me pregunten!

Javier Artigas nos deleitó con el órgano del pueblo de al lado, Castaño del Robledo. También dieron un concierto los profesores; muy hermoso, a pesar de haber ensaayado sólo un rato la noche antes. El 6 tuvimos el esperado concierto de alumnos, que duró dos horas y media: ¡qué público más paciente! Los cachoneros tienen el privilegio de contar una vez al año con esta música de calidad, con profesores y alumnos que hablan de sus instrumentos y divulgan este mundo. 
El entusiasmo fue grande y al final me felicitó gente del pueblo: "¡te vamos a hacer cachonera!". Una señora, Inma, me vio actuar el año pasado y fue éste a verme ex profeso desde Aracena: "voy a pasar por diálisis, tienen que trasplantarme un riñón. He grabado tu voz para ponerte en los momentos duros; te llevaré siempre conmigo. No sabes lo importante que es para mí haberte conocido". ¡Qué emoción!
También estaba Carmen, presidenta de la Federación Andaluza de Enfermedades Raras. Trabaja en el CERMI y es amiga de Isabel Biruet, consejera territorial de la ONCE en Andalucía.


Tanto Bárbara Sela, la profesora de flauta de pico, como Cristina Bayón me dieron la enhorabuena. Ambas me ven más relajada y han notado el progreso en un año. Dice Cristina que expreso mejor y proyecto más la voz, y Bárbara apunta que se me ve disfrutar; o sea, no doy la imagen de alguien que se pone nervioso, intimidado por el público. Es que eso ya no me sucede desde hace más de un año, cuando aprendí que no tengo que demostrar nada a nadie, sino transmitir; gozar de lo que hago; meterme en la música.


El tiempo ha volado y me apena tener que esperar tanto para el próximo, aunque he encontrado la forma de consolarme: frecuentar otros cursos de música antigua, aunque sea en el extranjero. En septiembre hay uno en Jimena de la Frontera; en octubre otro en Inglaterra precisamente de la Selva Morale e Spirituale. Por cierto: Grazie, divo Claudio!  Es magnífico este autor, y tiene unas obras tan pegadizas y tan actuales... ¡Debería conocerlo todo el mundo! Desde que hice las Vísperas en Ludlow he cantado muchas composiciones suyas, ¡y si supierais lo que me ha alegrado...!

Con mis buenos amigos Richard y Jorge.

Termino dando las gracias a todos una vez más; y, por supuesto, a cada profesor:: Javier Artigas, Xabi Puertas, Sara de viola da Gamba, Silvia de violín, Bárbara y Cristina, los míos, Manuel con su corneta y sus glosas; Ana Moreno de clave... ¿Olvido a alguien? También agradezco a todos mis acompañantes. Rafa, el del laúd, es el marido de Sara y sus dos niños, de seis y ocho años, se inician en la música antigua. El mayor estudia viola da gamba con la madre y el pequeño clave con Ana. ¡Resulta tan hermoso verlos...! Un ejemplo más de que, con la formación, la educación y los estímulos adecuados, se puede lograr cualquier cosa.

Espero que todos nos volvamos a encontrar en otra magnífica experiencia musical. ¡Os adoro!